jueves, 19 de enero de 2012

DRIVE, Nicolas Winding Refn (2011)


Drive narra la historia de un hombre con un talento especial cuando conduce un coche, el talento de la velocidad y del escapismo, que le hace muy útil para trabajos tan variados como dar una vuelta de campana como especialista de cine, o como chófer de delincuentes que necesitan huir rápidamente de la escena del crimen. Se trata de un hombre silencioso, pero no por ello taciturno (todo lo contrario, nada escapa a su intensa mirada). Es también un ser deseoso de afecto, como el que encuentra en su vecina y el hijo pequeño de ésta, con la que conforma una pequeña familia durante una temporada, hasta que sale de la cárcel el marido de aquélla… Es un hombre contenido, porque sabe que si dejara de serlo, podría estallar la violencia que lleva dentro. Es, por último, un antihéroe que no duda en arriesgar su vida para ayudar a la familia de otro, si cree que es su deber hacerlo, aún a riesgo de que ello le haga sacar lo peor de sí mismo.

            Drive es, ante todo, Ryan Gosling, ya veterano actor del panorama indie estadounidense, aclamado por películas como The Believer (2001) o Lars y una chica de verdad (2007). Su presencia, su mirada y su aplomo, dignos de los protagonistas de western más venerados, marcan el espíritu de toda la película. El mundo interior de su personaje (cuyo nombre nunca se menciona) es patente en todos y cada uno de los planos. Sería injusto no hacer mención a los compañeros de reparto que le siguen hacia su inexorable el destino, como la entrañable Carey Mulligan (An Education), el excelente Bryan Cranston (Breaking Bad) o el efectivo Ron Perlman (Hellboy), que siempre consigue no dejar a nadie indiferente.
     
A todo lo que se nos cuenta en Drive, hay que añadir cómo se nos cuenta. La película está magníficamente dirigida por Nicolas Winding Refn, que nos propone una arriesgada propuesta: ya los títulos de crédito en fucsia sobre la panorámica nocturna de Los Ángeles, acompañados con una música característica de las películas de acción de los años 80, son una declaración de intenciones. Su puesta en escena estilizada y, en muchos momentos, poco realista, no sólo no resta credibilidad a la historia, sino que además la dulcifica, lo cual hace más duros los momentos más oscuros. Todo ello confiere a la película un cierto toque distanciado e irreal, que en momentos le acerca al Kubrick de La naranja mecánica o de Eyes Wide Shut, lo que convierte a Drive en una especie de fábula moderna con tintes de tragedia griega (no por casualidad el protagonista lleva una cazadora con un escorpión bordado en la espalda y se hace mención de la fábula del escorpión y la rana atribuida a Esopo…), ya que, según propone la película, uno no puede negar lo que es por mucho que se esfuerce en ocultarlo, ni puede evitar su destino, por muy arduo y nefasto que se prevea.
            Para amantes de tragedias clásicas con cierto aire retro.